Paraíso (I)
Publicado originalmente el 27-02-2005 aqui
Llevaba 20 minutos sentado en aquel coche. Era un Mercedes, de los guapos. Pi pii! El GPS en el salpicadero no paraba de dar indicaciones. Me había recogido haciendo autoestop. Menos mal, porque si no no llegaba a Coruña a tiempo ni loco. El tipo del Mercedes estaba como ausente. Llevaba una chaqueta azul y una corbata mal colocada. Me hablaba a ratos, como si estuviese dándole vueltas a algo en la cabeza y yo solo fuese un adorno.
- Oye, ¿recogemos a esa?
Había una chica morena haciendo autoestop al borde de la carretera.
- Por mi vale, el coche es tuyo.
Fue reduciendo hasta parar a la altura de la chica, que nos miró como los bichos raros que debíamos parecer subidos en aquel Mercedes.
- ¿A donde vais?
- Vamos al Paraíso, - dije -, aunque después a mi me lleva hasta Coruña.
- No sois de aquí, ¿verdad? - pregunto extrañada.
- No, ¿por?
- ¿Sabéis que es el Paraíso? - sus ojos se me clavaron.
- No, el tiene que ir allí a no se que, pero no sabemos ni donde esta.
- Ok. Yo me bajo antes, ya os diré. - se subió atrás y se puso el cinturón.
- ¿Como te llamas? - pregunté para romper el hielo.
- Naranja.
- ¿Qué?
- Ya lo has oído, me llamo Naranja.
- Vale vale, este es Django, yo soy Tele.
- ¿Y te sorprendías de mi nombre? - me miró alucinando.
Sonreí, y volví a mirar hacia adelante.
- ¿Y a donde vas? - pregunté.
- Ya os lo diré, me han dicho una cosa y quiero comprobarla... - se quedó mirando por la ventanilla en silencio.
El GPS seguía dando indicaciones. Django seguía absorto en lo suyo, y yo intentaba mirar a Naranja por el retrovisor derecho, pero aquel coche era demasiado grande y solo le veía un hombro. De repente ella rompió el silencio.
- No deberíais ir a sitios que no sabéis que son.
- Tengo algo que hacer allí, no me importa lo que sea. - Django habló por primera vez desde que Naranja se había subido.
- ¡Para! - gritó ella - ¡Será cabrón!
Django clavó el freno sorprendido. Yo me quede atónito. Antes de darme cuenta Naranja se había bajado e iba hacia una pareja. Les cogió los helados que estaban tomando y se los puso de sombrero al chico. A la tía boquiabierta, le dijo algo señalándolo a el, y volvió al coche. Tenía los ojos encendidos.
- Ya podemos seguir.
- ¿Pppero? - balbucee.
- He dicho que ya podemos seguir.
Aun no había terminado de decirlo por segunda vez, y Django ya había arrancado. Me miró, sonrió y volvió a mirar al GPS. Naranja iba atrás, seguía mirando por la ventanilla como si nada hubiera pasado.
- Según esto, hemos llegado. - Django fue el que mató el silencio esta vez.
- Venid, tal vez os necesite.
Nos bajamos del coche, y fuimos hacia la puerta. Naranja me miraba como esperando a que yo le explicase que estaba pasando. Ni que yo lo supiese. El letrero del lugar era de colorines ridículos, y había un montón de posters de tías en playas paradisiacas adornando la puerta. La puerta era pequeña, de madera, y no había portero. Aun era temprano.
- Ya se que querías decir. - Le dije a Naranja.
Me sonrió, - Este no es la clase de sitios a los que se trae a una chica, aunque sea una desconocida. - me dijo divertida.
Entramos, Django delante, Naranja y yo. El barman, una pelota de dos metros de alto con tatuajes de bebes en los brazos nos miró. Había tres “trabajadoras” del lugar sentadas a la barra.
- ¿Y el jefe? - Preguntó Django.
- Al fondo, ¿quién eres? - Contesto la pelota.
Django ni lo miró y siguió hasta el fondo. Naranja y yo le seguimos.
- Oye, ¡no podéis entrar ahí!
- Ah, ¿no? - contestó Naranja.
- ¡No! ¡Y menos con una nena! - le gritó la pelota saliendo de la barra.
- ¿Que me has llamado? - Naranja se volvió.
La pelota venía hacia nosotros, Naranja estaba entre la pelota y yo, pensé en ponerme en medio pero todo fue demasiado rápido para mis reflejos de cobarde.
- Nena ¡apartate! - cada vez estaba mas cerca y yo con los pies clavados al suelo.
- ¿Me ha llamado nena? - Naranja se volvió hacía mí, tenía la misma mirada que cuando usó los helados como peinetas.
- Si, te ha llamado nena, y dos veces. - Empezaba a pensar que Naranja no me necesitaba...
Y que razón tenía. Se volvió hacia la pelota, y le dio una patada en las idems que se le pusieron los ojos en blanco y cayó de rodillas maldiciendo a sabe Dios que.
Django atravesó la puerta que ponía PRIVADO escrito con brocha sobre la propia madera. Detrás un tipejo bajito, estaba sentado sobre un sillón detrás de una mesa a cada cual más cutre.
- ¿Eres el jefe? - preguntó.
- ¿Quien coño te ha dejado entrar aqui? - el enano se rebotaba.
- ¿Eres a quien busco? ¿Sabes la respuesta?
- ¿Pero?... putos pastilleros... largate de aquí ahora mismo.
Django pego una patada en la mesa e incrusto al enano contra su sillón. Pálido, cerro la boca.
- No, no eres.
Salimos de allí. Django sonrió a Naranja al ver al barman sujetándose el cerebro con las dos manos, allí de rodillas, despotricando. Nos sentamos en el coche. Django alargo la mano al GPS. Escribió “Paraíso” y le dio al botón “Nueva búsqueda”. Apareció una lista de sitios. Los cuatro primeros estaban tachados, tacho el quinto. Nos miró:
- Bueno que, ¿venís conmigo a buscarlo?
Un segundo de duda. Mil cosas en la cabeza.
- Arranca. - dijo Naranja.
Me callé, me puse el cinturón, y mire hacia adelante. ¿Por qué no?
(Continuará)
Llevaba 20 minutos sentado en aquel coche. Era un Mercedes, de los guapos. Pi pii! El GPS en el salpicadero no paraba de dar indicaciones. Me había recogido haciendo autoestop. Menos mal, porque si no no llegaba a Coruña a tiempo ni loco. El tipo del Mercedes estaba como ausente. Llevaba una chaqueta azul y una corbata mal colocada. Me hablaba a ratos, como si estuviese dándole vueltas a algo en la cabeza y yo solo fuese un adorno.
- Oye, ¿recogemos a esa?
Había una chica morena haciendo autoestop al borde de la carretera.
- Por mi vale, el coche es tuyo.
Fue reduciendo hasta parar a la altura de la chica, que nos miró como los bichos raros que debíamos parecer subidos en aquel Mercedes.
- ¿A donde vais?
- Vamos al Paraíso, - dije -, aunque después a mi me lleva hasta Coruña.
- No sois de aquí, ¿verdad? - pregunto extrañada.
- No, ¿por?
- ¿Sabéis que es el Paraíso? - sus ojos se me clavaron.
- No, el tiene que ir allí a no se que, pero no sabemos ni donde esta.
- Ok. Yo me bajo antes, ya os diré. - se subió atrás y se puso el cinturón.
- ¿Como te llamas? - pregunté para romper el hielo.
- Naranja.
- ¿Qué?
- Ya lo has oído, me llamo Naranja.
- Vale vale, este es Django, yo soy Tele.
- ¿Y te sorprendías de mi nombre? - me miró alucinando.
Sonreí, y volví a mirar hacia adelante.
- ¿Y a donde vas? - pregunté.
- Ya os lo diré, me han dicho una cosa y quiero comprobarla... - se quedó mirando por la ventanilla en silencio.
El GPS seguía dando indicaciones. Django seguía absorto en lo suyo, y yo intentaba mirar a Naranja por el retrovisor derecho, pero aquel coche era demasiado grande y solo le veía un hombro. De repente ella rompió el silencio.
- No deberíais ir a sitios que no sabéis que son.
- Tengo algo que hacer allí, no me importa lo que sea. - Django habló por primera vez desde que Naranja se había subido.
- ¡Para! - gritó ella - ¡Será cabrón!
Django clavó el freno sorprendido. Yo me quede atónito. Antes de darme cuenta Naranja se había bajado e iba hacia una pareja. Les cogió los helados que estaban tomando y se los puso de sombrero al chico. A la tía boquiabierta, le dijo algo señalándolo a el, y volvió al coche. Tenía los ojos encendidos.
- Ya podemos seguir.
- ¿Pppero? - balbucee.
- He dicho que ya podemos seguir.
Aun no había terminado de decirlo por segunda vez, y Django ya había arrancado. Me miró, sonrió y volvió a mirar al GPS. Naranja iba atrás, seguía mirando por la ventanilla como si nada hubiera pasado.
- Según esto, hemos llegado. - Django fue el que mató el silencio esta vez.
- Venid, tal vez os necesite.
Nos bajamos del coche, y fuimos hacia la puerta. Naranja me miraba como esperando a que yo le explicase que estaba pasando. Ni que yo lo supiese. El letrero del lugar era de colorines ridículos, y había un montón de posters de tías en playas paradisiacas adornando la puerta. La puerta era pequeña, de madera, y no había portero. Aun era temprano.
- Ya se que querías decir. - Le dije a Naranja.
Me sonrió, - Este no es la clase de sitios a los que se trae a una chica, aunque sea una desconocida. - me dijo divertida.
Entramos, Django delante, Naranja y yo. El barman, una pelota de dos metros de alto con tatuajes de bebes en los brazos nos miró. Había tres “trabajadoras” del lugar sentadas a la barra.
- ¿Y el jefe? - Preguntó Django.
- Al fondo, ¿quién eres? - Contesto la pelota.
Django ni lo miró y siguió hasta el fondo. Naranja y yo le seguimos.
- Oye, ¡no podéis entrar ahí!
- Ah, ¿no? - contestó Naranja.
- ¡No! ¡Y menos con una nena! - le gritó la pelota saliendo de la barra.
- ¿Que me has llamado? - Naranja se volvió.
La pelota venía hacia nosotros, Naranja estaba entre la pelota y yo, pensé en ponerme en medio pero todo fue demasiado rápido para mis reflejos de cobarde.
- Nena ¡apartate! - cada vez estaba mas cerca y yo con los pies clavados al suelo.
- ¿Me ha llamado nena? - Naranja se volvió hacía mí, tenía la misma mirada que cuando usó los helados como peinetas.
- Si, te ha llamado nena, y dos veces. - Empezaba a pensar que Naranja no me necesitaba...
Y que razón tenía. Se volvió hacia la pelota, y le dio una patada en las idems que se le pusieron los ojos en blanco y cayó de rodillas maldiciendo a sabe Dios que.
Django atravesó la puerta que ponía PRIVADO escrito con brocha sobre la propia madera. Detrás un tipejo bajito, estaba sentado sobre un sillón detrás de una mesa a cada cual más cutre.
- ¿Eres el jefe? - preguntó.
- ¿Quien coño te ha dejado entrar aqui? - el enano se rebotaba.
- ¿Eres a quien busco? ¿Sabes la respuesta?
- ¿Pero?... putos pastilleros... largate de aquí ahora mismo.
Django pego una patada en la mesa e incrusto al enano contra su sillón. Pálido, cerro la boca.
- No, no eres.
Salimos de allí. Django sonrió a Naranja al ver al barman sujetándose el cerebro con las dos manos, allí de rodillas, despotricando. Nos sentamos en el coche. Django alargo la mano al GPS. Escribió “Paraíso” y le dio al botón “Nueva búsqueda”. Apareció una lista de sitios. Los cuatro primeros estaban tachados, tacho el quinto. Nos miró:
- Bueno que, ¿venís conmigo a buscarlo?
Un segundo de duda. Mil cosas en la cabeza.
- Arranca. - dijo Naranja.
Me callé, me puse el cinturón, y mire hacia adelante. ¿Por qué no?
(Continuará)


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