Paraíso (II)
Publicado originalmente el 04-03-2005 aqui
No entiendo porque siempre me equivoco escogiéndolos. Una chica, un chico, gustos, aficiones, atracción, error, dolor. Siempre la misma cadena. Se repite como si fuera una canción que hay que aprenderse. ¿Tan difícil es encontrar a alguien con quien las cosas vayan bien? Bah, no quiero a un alguien, no necesito a nadie, me valgo por mi misma. Un hombre nunca puede conocer lo suficiente a una mujer, nunca puede llegar a entenderla, son demasiado simples para poder hacerlo. ¿Por qué me engaño? Los necesitamos como ellos a nosotros, pero ¿donde estará él, el único?
Seguía mirando por la ventana, no sabía cuanto tiempo llevaba así. Django seguía al volante, tan ensimismado como yo. Y Tele, bueno, Tele parecía estar deseando decirnos algo, pero no se atrevía. Quería hablar, pero no lo hacía. Seguía mirándome por el retrovisor, como buscando que yo le devolviese la mirada para hablar, pero yo no le devolvía la mirada. Iba con dos desconocidos en un coche, acababa de escaparme de todo, no sabía a donde iba, pero estaba tranquila. Supongo que era porque teníamos un objetivo, un algo que hacer, algo que perseguíamos, aunque no supiera lo que era. Tener un “algo” que buscar me hacía estar cómoda. En mi día a día no lo tenía, no sabía que sería de mi mañana. Llevaba una vida predestinada. Otro había escogido que mis primeros veinticinco años de vida debía estudiar, y después trabajar de lo que había estudiado, para mantener una familia, unos hijos que vivirían una vida dictada por un sistema, igual que la mía. ¿Nadie más ve la ratonera?
- Llegamos. Hotel Paraíso. - Django me saco de mi dilema.
- ¿Vamos a pasar la noche? - Preguntó Tele.
- Si, ¿no? Deberíamos descansar.
- Estoy muerta, necesito una ducha. Quiero una cama ¡ya! - Les dije.
- Pero, ¿como lo vamos a pagar? Esto es de cuatro estrellas, nos van a crujir. - Tele tenía razón.
- Tengo que enseñaros algo. - Django nos miró a los dos y salió del coche.
Le seguimos. Abrió el maletero mientras Tele y yo lo flanqueábamos. Cada uno a su lado miramos hacía adentro. Al abrirse el maletero vimos dentro una maleta abierta, en las dos mitades había fajos de billetes de 50 euros, muchos. Sobre uno de los montones de fajos dos pistolas negras, parecidas. Solo las había visto en películas así que no me hacía mucho a la idea lo que tener aquello suponía.
- ¡Joder!¡Joder!¡Joder!¿Pero que coño es eso tío?¡Mierda mierda mierda mierda!... - Tele si parecía entender lo que aquello suponía.
- Tranquilo. Venía con el coche, yo solo me limite a subirme y conducir. Cuando abrí el maletero todo eso ya estaba ahí, aún no lo he tocado, ni siquiera se usarlas. Solo las toque una vez para verlas de cerca. La buena es la que más brilla.
- A mi ni me hables de eso, no quiero ni verlas. ¡Joder tío! Dos putas pistolas me cago en todo lo que se menea. - Tele empezó a caminar hacia el hotel.
- Venga coge pasta y vamos para dentro. - Aquello me cogía tan por sorpresa que ni le dí importancia y seguí a Tele. Django cogió dinero y se metió la pistola “que mas brillaba” por dentro del pantalón. Yo hice que no lo había visto.
Llegamos a recepción. Yo estaba al lado de Tele en el mostrador de recepción. El hotel era de los buenos, todo bien decorado, no faltaban detalles, se veía que allí había pasta metida. Django se acerco al mostrador y habló con el recepcionista.
- Una habitación para tres, por favor.
- La planta de habitaciones familiares esta cerrada por obras, puedo darles una habitación doble y una sencilla contiguas en la tercera planta.
Django nos miró como esperando nuestra aprobación. Tele puso cara de “vale”. Yo me encogí de hombros.
- Vale. - Dijo Django.
Subimos en el ascensor hasta la tercera planta. El hilo musical era una de las canciones de Pulp Fiction. Pensé en bromear con la situación pero viendo que a Tele no le había sentado bien lo de las pistolas pase del tema. Llegamos a la planta. Las puertas se abrían con tarjeta. Tenían todas un tres, y después de un punto el numero de habitación. Las nuestras eran las 3.25 y 3.26. íbamos en fila Tele, yo y detrás Django.
- A ver que hacéis esta noche, ¿eh? - Se burló Django.
- Guardaos las bromas paridas por la testosterona antes de que me cabree. - Contesté.
Tele no dijo nada, supongo que prefirió darme la victoria en el dialogo por incomparecencia. Al avanzar por el pasillo si habló. Señalo a una puerta con la mano y dijo:
- Éxodo 3.14 “Yo soy el que soy”.
- ¿Qué has dicho? - Django se paró y miro a la puerta.
- Es una frase de la Biblia. La aprendí por una profe de filosofía que tuve que era del Opus y nos metía mas religion que filosofía en el temario. La recuerdo porque es el numero Pi. Dios dice: “Yo soy el que soy” para explicar su existencia o algo así. ¿Vamos?
Django miró fijamente la puerta unos segundos. Pensando. Y volvió a caminar. Llegamos, nos metimos en la habitación. Tele se puso a dormir en el sofá. Yo me duche y me metí en la cama. Me quede dormida en segundos.
- ¡Naranja despierta joder! - Tele me sacudía en la cama gritándome al oído.
- ¿Que haces? Es de noche. - balbuceé.
- Django no esta en su habitación, tenemos que encontrarle ¡ya!
- ¿Crees que se ha ido? - me levanté de un salto.
- No, peor. Estará buscando sin nosotros. Sea lo que sea lo que busca. ¡Vamos!
- ¡Pero estoy en pijama!
- Y yo en gayumbos. Tranquila que vas guapa. ¡Vamos!
Me cogió de una mano y me saco al pasillo. Todo a oscuras. En silencio. Íbamos de puntillas recorriendo los pasillos, buscando en la oscuridad. En ropa interior. No se porque hacía caso a este imbécil que me llevaba en camiseta corriendo por un hotel en medio de la noche. Aunque en parte tenia razón, había que encontrarlo.
- ¿Lo oyes? Es él.
- Si, vamos.
Había una habitación abierta. La luz iluminaba el pasillo. Se oía una conversación. Era Django discutiendo con alguién. Nos plantamos en la puerta. Había un gorila de dos metros mirándonos. Detrás de el, un hombre sentado en un escritorio con Django sentado en frente en una silla. Otra vez un tipo detrás de una mesa. La pistola que “brillaba” estaba en la mesa, del lado del desconocido, sobre unos pisapapeles en forma de cubos metálicos, como de acero. Pintaba mal la estampa. Django nos miró, sangraba por el labio.
- ¡Joder! - dije.
- ¿Son estos tus amigos? - Preguntaron desde dentro.
- Si. - Contestó Django.
Al instante lancé mi patada casca nueces al gorila, que detuvo el golpe con una mano como si fuera una niña de 10 años contra su hermano mayor. Me sujeto por el cuello y me estampo contra la pared de la habitación.
- Tele... – Musite semi asfixiada.
Tele estaba pasmado en la puerta. Inmóvil. ¡Ayudame por lo que mas quieras! Entonces Tele abrió los brazos y empezó a hacer el ruidito de un motor con la boca, como un niño pequeño. Dió una vuelta por la habitación y salio al pasillo haciendo el avión. Y desapareció. Me sentí traicionada, triste, perdida.
- ¡Sueltala! - Dijo Django al gorila.
Solo consiguió ganarse una colleja de su parte.
- Entonces, veamos que yo entienda. Vienes aquí, entras en mi habitación por la fuerza, me amenazas con un arma, pretendiendo que conteste a tus preguntas y pretendías irte como si nada. Tu debes de ser tonto chaval. - El desconocido hablaba con Django. - Bien. Tus amigos ya están aquí, así que no creo que sean ellos quien te saquen de esta. Un retrasado y una cría en bragas. ¿Estos eran los hombres armados que vendrían a buscarte? Es definitivo, eres tonto, ¿donde tienes el dinero del que hablabas?
Es un short imbécil, no son bragas. Dios, que ganas de repartir casca nueces. Mierda ¿como vamos a salir de esta? De repente, el sonido del avión que volvía. ¿Tele? ¡Si! Entró en la habitación, haciando el avión y dio un giro en medio.
- ¿Le meto al retrasa jefe? - preguntó el gorila.
Tele no dio tiempo a la respuesta, cogió uno de los cubos metálicos y se lo estampó en la cabeza al gorila que cayó redondo al suelo. De la parte de atrás del gayumbo se saco la que “no brillaba” y apunto a la cabeza del desconocido que se quedó boquiabierto mirando el arma.
- Me toca mucho los cojones que traten mal a mis amigos, payaso. - Le espetó.
Django se levanto, cogió el arma de encima de la mesa.
- Vámonos Naranja, este tampoco es. - Me dijo.
Me ayudo a levantarme del suelo y salimos al pasillo corriendo.
- ¡Vamos Tele! - Le grito mientras corríamos.
Tele nos siguió hasta las escaleras. Bajamos como alma que lleva el diablo, salimos del hotel, subimos al coche, y salimos de allí cagando hostias. Habíamos salido de aquella. No me lo creía. Estaba sentada atrás sin aliento. Devolviendo la mirada a Tele que me miraba por el retrovisor. Se la había ganado.
- Tendré que compraros ropa, ¿no? La he cagado un poco, así que os compensaré. Busca el siguiente Paraíso, Tele. - Django conducía mientras se pasaba la mano por el labio.
- Si...
- ¡Menudos cojones tienes chaval! - Le miró.
- Tenía que sacaros de ahí. - Tele se sonrojó, como si le hubiera llamado guapo su abuela.
- No lo digo por eso, ¡mira! - Le “disparó” con la que “no brillaba”. Sonó un “bang” metálico. Era de juguete. Tele puso cara de estar meándose en los pantalones.
- Tío, no brilla porque es de juguete, jajaja ...
Ahi vamos, a por el siguiente...
(Continuará)
No entiendo porque siempre me equivoco escogiéndolos. Una chica, un chico, gustos, aficiones, atracción, error, dolor. Siempre la misma cadena. Se repite como si fuera una canción que hay que aprenderse. ¿Tan difícil es encontrar a alguien con quien las cosas vayan bien? Bah, no quiero a un alguien, no necesito a nadie, me valgo por mi misma. Un hombre nunca puede conocer lo suficiente a una mujer, nunca puede llegar a entenderla, son demasiado simples para poder hacerlo. ¿Por qué me engaño? Los necesitamos como ellos a nosotros, pero ¿donde estará él, el único?
Seguía mirando por la ventana, no sabía cuanto tiempo llevaba así. Django seguía al volante, tan ensimismado como yo. Y Tele, bueno, Tele parecía estar deseando decirnos algo, pero no se atrevía. Quería hablar, pero no lo hacía. Seguía mirándome por el retrovisor, como buscando que yo le devolviese la mirada para hablar, pero yo no le devolvía la mirada. Iba con dos desconocidos en un coche, acababa de escaparme de todo, no sabía a donde iba, pero estaba tranquila. Supongo que era porque teníamos un objetivo, un algo que hacer, algo que perseguíamos, aunque no supiera lo que era. Tener un “algo” que buscar me hacía estar cómoda. En mi día a día no lo tenía, no sabía que sería de mi mañana. Llevaba una vida predestinada. Otro había escogido que mis primeros veinticinco años de vida debía estudiar, y después trabajar de lo que había estudiado, para mantener una familia, unos hijos que vivirían una vida dictada por un sistema, igual que la mía. ¿Nadie más ve la ratonera?
- Llegamos. Hotel Paraíso. - Django me saco de mi dilema.
- ¿Vamos a pasar la noche? - Preguntó Tele.
- Si, ¿no? Deberíamos descansar.
- Estoy muerta, necesito una ducha. Quiero una cama ¡ya! - Les dije.
- Pero, ¿como lo vamos a pagar? Esto es de cuatro estrellas, nos van a crujir. - Tele tenía razón.
- Tengo que enseñaros algo. - Django nos miró a los dos y salió del coche.
Le seguimos. Abrió el maletero mientras Tele y yo lo flanqueábamos. Cada uno a su lado miramos hacía adentro. Al abrirse el maletero vimos dentro una maleta abierta, en las dos mitades había fajos de billetes de 50 euros, muchos. Sobre uno de los montones de fajos dos pistolas negras, parecidas. Solo las había visto en películas así que no me hacía mucho a la idea lo que tener aquello suponía.
- ¡Joder!¡Joder!¡Joder!¿Pero que coño es eso tío?¡Mierda mierda mierda mierda!... - Tele si parecía entender lo que aquello suponía.
- Tranquilo. Venía con el coche, yo solo me limite a subirme y conducir. Cuando abrí el maletero todo eso ya estaba ahí, aún no lo he tocado, ni siquiera se usarlas. Solo las toque una vez para verlas de cerca. La buena es la que más brilla.
- A mi ni me hables de eso, no quiero ni verlas. ¡Joder tío! Dos putas pistolas me cago en todo lo que se menea. - Tele empezó a caminar hacia el hotel.
- Venga coge pasta y vamos para dentro. - Aquello me cogía tan por sorpresa que ni le dí importancia y seguí a Tele. Django cogió dinero y se metió la pistola “que mas brillaba” por dentro del pantalón. Yo hice que no lo había visto.
Llegamos a recepción. Yo estaba al lado de Tele en el mostrador de recepción. El hotel era de los buenos, todo bien decorado, no faltaban detalles, se veía que allí había pasta metida. Django se acerco al mostrador y habló con el recepcionista.
- Una habitación para tres, por favor.
- La planta de habitaciones familiares esta cerrada por obras, puedo darles una habitación doble y una sencilla contiguas en la tercera planta.
Django nos miró como esperando nuestra aprobación. Tele puso cara de “vale”. Yo me encogí de hombros.
- Vale. - Dijo Django.
Subimos en el ascensor hasta la tercera planta. El hilo musical era una de las canciones de Pulp Fiction. Pensé en bromear con la situación pero viendo que a Tele no le había sentado bien lo de las pistolas pase del tema. Llegamos a la planta. Las puertas se abrían con tarjeta. Tenían todas un tres, y después de un punto el numero de habitación. Las nuestras eran las 3.25 y 3.26. íbamos en fila Tele, yo y detrás Django.
- A ver que hacéis esta noche, ¿eh? - Se burló Django.
- Guardaos las bromas paridas por la testosterona antes de que me cabree. - Contesté.
Tele no dijo nada, supongo que prefirió darme la victoria en el dialogo por incomparecencia. Al avanzar por el pasillo si habló. Señalo a una puerta con la mano y dijo:
- Éxodo 3.14 “Yo soy el que soy”.
- ¿Qué has dicho? - Django se paró y miro a la puerta.
- Es una frase de la Biblia. La aprendí por una profe de filosofía que tuve que era del Opus y nos metía mas religion que filosofía en el temario. La recuerdo porque es el numero Pi. Dios dice: “Yo soy el que soy” para explicar su existencia o algo así. ¿Vamos?
Django miró fijamente la puerta unos segundos. Pensando. Y volvió a caminar. Llegamos, nos metimos en la habitación. Tele se puso a dormir en el sofá. Yo me duche y me metí en la cama. Me quede dormida en segundos.
- ¡Naranja despierta joder! - Tele me sacudía en la cama gritándome al oído.
- ¿Que haces? Es de noche. - balbuceé.
- Django no esta en su habitación, tenemos que encontrarle ¡ya!
- ¿Crees que se ha ido? - me levanté de un salto.
- No, peor. Estará buscando sin nosotros. Sea lo que sea lo que busca. ¡Vamos!
- ¡Pero estoy en pijama!
- Y yo en gayumbos. Tranquila que vas guapa. ¡Vamos!
Me cogió de una mano y me saco al pasillo. Todo a oscuras. En silencio. Íbamos de puntillas recorriendo los pasillos, buscando en la oscuridad. En ropa interior. No se porque hacía caso a este imbécil que me llevaba en camiseta corriendo por un hotel en medio de la noche. Aunque en parte tenia razón, había que encontrarlo.
- ¿Lo oyes? Es él.
- Si, vamos.
Había una habitación abierta. La luz iluminaba el pasillo. Se oía una conversación. Era Django discutiendo con alguién. Nos plantamos en la puerta. Había un gorila de dos metros mirándonos. Detrás de el, un hombre sentado en un escritorio con Django sentado en frente en una silla. Otra vez un tipo detrás de una mesa. La pistola que “brillaba” estaba en la mesa, del lado del desconocido, sobre unos pisapapeles en forma de cubos metálicos, como de acero. Pintaba mal la estampa. Django nos miró, sangraba por el labio.
- ¡Joder! - dije.
- ¿Son estos tus amigos? - Preguntaron desde dentro.
- Si. - Contestó Django.
Al instante lancé mi patada casca nueces al gorila, que detuvo el golpe con una mano como si fuera una niña de 10 años contra su hermano mayor. Me sujeto por el cuello y me estampo contra la pared de la habitación.
- Tele... – Musite semi asfixiada.
Tele estaba pasmado en la puerta. Inmóvil. ¡Ayudame por lo que mas quieras! Entonces Tele abrió los brazos y empezó a hacer el ruidito de un motor con la boca, como un niño pequeño. Dió una vuelta por la habitación y salio al pasillo haciendo el avión. Y desapareció. Me sentí traicionada, triste, perdida.
- ¡Sueltala! - Dijo Django al gorila.
Solo consiguió ganarse una colleja de su parte.
- Entonces, veamos que yo entienda. Vienes aquí, entras en mi habitación por la fuerza, me amenazas con un arma, pretendiendo que conteste a tus preguntas y pretendías irte como si nada. Tu debes de ser tonto chaval. - El desconocido hablaba con Django. - Bien. Tus amigos ya están aquí, así que no creo que sean ellos quien te saquen de esta. Un retrasado y una cría en bragas. ¿Estos eran los hombres armados que vendrían a buscarte? Es definitivo, eres tonto, ¿donde tienes el dinero del que hablabas?
Es un short imbécil, no son bragas. Dios, que ganas de repartir casca nueces. Mierda ¿como vamos a salir de esta? De repente, el sonido del avión que volvía. ¿Tele? ¡Si! Entró en la habitación, haciando el avión y dio un giro en medio.
- ¿Le meto al retrasa jefe? - preguntó el gorila.
Tele no dio tiempo a la respuesta, cogió uno de los cubos metálicos y se lo estampó en la cabeza al gorila que cayó redondo al suelo. De la parte de atrás del gayumbo se saco la que “no brillaba” y apunto a la cabeza del desconocido que se quedó boquiabierto mirando el arma.
- Me toca mucho los cojones que traten mal a mis amigos, payaso. - Le espetó.
Django se levanto, cogió el arma de encima de la mesa.
- Vámonos Naranja, este tampoco es. - Me dijo.
Me ayudo a levantarme del suelo y salimos al pasillo corriendo.
- ¡Vamos Tele! - Le grito mientras corríamos.
Tele nos siguió hasta las escaleras. Bajamos como alma que lleva el diablo, salimos del hotel, subimos al coche, y salimos de allí cagando hostias. Habíamos salido de aquella. No me lo creía. Estaba sentada atrás sin aliento. Devolviendo la mirada a Tele que me miraba por el retrovisor. Se la había ganado.
- Tendré que compraros ropa, ¿no? La he cagado un poco, así que os compensaré. Busca el siguiente Paraíso, Tele. - Django conducía mientras se pasaba la mano por el labio.
- Si...
- ¡Menudos cojones tienes chaval! - Le miró.
- Tenía que sacaros de ahí. - Tele se sonrojó, como si le hubiera llamado guapo su abuela.
- No lo digo por eso, ¡mira! - Le “disparó” con la que “no brillaba”. Sonó un “bang” metálico. Era de juguete. Tele puso cara de estar meándose en los pantalones.
- Tío, no brilla porque es de juguete, jajaja ...
Ahi vamos, a por el siguiente...
(Continuará)


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